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Writer's pictureYohanna Lajara

The Diagnostic



In 2019, at 22 months old, I was evaluated by a psychologist. She wanted to play with me and showed me different toys, but I was not interested. She called my name a few times, but I didn't respond, neither did I made eye contact with her.


My parents looked at me and then at the psychologist. It was like time has stopped in the office. After a few hours of observation, the psychologist looked at my parents and said: your son has Autism. There is not really much that you can do for him. I would recommend therapy to help him achieve basic goals in life. My parents looked at each other because they were hoping for a different answer, even though deep down, they knew there was something odd with my development.


Despite being somewhat prepared, my parents felt very sad, lost, and hopeless; they did not know anything about Autism, much less did they know how they would help me. The psychologist told them that I should receive 20 hours a week of ABA therapy, speech therapy 2x30, occupational therapy 2x30, and physical therapy 2x30.


I looked at my parents briefly, and their sight seemed to be outside the office. They were in shock. My mom was crying, and my father was staring at the wall. Once they came back to themselves, we got out of the office, and my parents continue searching for answers. This was when our Autism journey began.



El diagnostico



En 2019, a los 22 meses, fui evaluado por una psicóloga. Ella quería jugar conmigo y me mostró diferentes juguetes, pero no estaba interesado. Me llamó por mi nombre varias veces, pero no respondí, ni hice contacto visual con ella.


Mis padres me miraron y luego miraron a la psicóloga. Fue como si el tiempo se hubiera detenido en la oficina. Después de unas horas de observación, la psicóloga miró a mis padres y dijo: su hijo tiene autismo. Realmente no hay mucho que puedan hacer por él. Les recomendare terapia para ayudarlo a lograr metas básicas en la vida.


Mis padres se miraron porque esperaban una respuesta diferente, aunque en el fondo sabían que había algo extraño en mi desarrollo. A pesar de estar algo preparados, mis padres se sintieron muy tristes, perdidos y sin esperanza; no sabían nada sobre el autismo, y mucho menos sabían cómo me ayudarían.


La psicóloga les dijo que yo debía recibir 20 horas a la semana de terapia ABA, terapia del habla 2x30, terapia ocupacional 2x30 y fisioterapia 2x30.


Miré a mis padres brevemente y su vista parecía estar fuera de esa oficina. Estaban en shock. Mi madre lloraba y mi padre miraba la pared. Una vez que volvieron en si, salimos de la oficina y mis padres continúaron buscando respuestas. Fue entonces cuando comenzó nuestro viaje por el autismo.


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